Conclusiones


En cuanto a los procesos de cierre  emanados del trabajo de tesis que se ha desarrollado durante la investigación historiográfica y la metodología comparada entre el objeto de estudio, las tradiciones paganas  y  cristianas y entendidas desde el estructuralismo critico como un constante proceso de sincretismo cultural, cabe señalar que uno de los aportes que resultan fundamentales a la hora de las conclusiones se enmarca al interior de la categoría referente al sincretismo mito lingüístico. Esto  en torno a la dinámica de elementos de continuidad en relación pasado-presente en las zonas geográficamente enmarcadas en ciertos lugares de  Europa central, culturas de raigambre bárbaro germano que han sido abarcados a lo largo de la investigación.
Al tratarse de un aporte novedoso derivado desde las  conclusiones finales, no se busca aquí plasmar argumentos historiográficamente  ya abordados con respecto a la relación directa  y de cariz peyorativa que existiría entre el movimiento romántico  decimonónico, la exaltación del nacionalismo como rechazo a los ideales racionales de la ilustración y el surgimiento de regímenes totalitarios fascistas durante el siglo XX como gran variedad de corrientes historiográficas inclusive , incólumes como la escuela de Frankfurt han señalado.
 Por lo demás, esta problemática ya fue esbozada durante la construcción de las categorías de análisis constitutivas en la presente investigación.
A raíz del análisis profundo de los procesos interrelacionados en el marco de la tesis, se puede concluir que la pertenencia a una cultura matriz común y los códigos socio culturales   en una espacio geográfico puntual compartidos colectivamente por los pueblos europeos estudiados, resultarían en una variable permanente en la construcción del discurso de identidad  idealizado con respecto más que a un pasado glorioso, a una tradición milenaria de mismas características.
Por lo tanto, podría considerarse inclusive un reduccionismo histórico aplicar la lógica subjetivista, occidental  y eminentemente moderna que aúna incluso de manera acomodaticia, la triada perversa  romanticismo-idealismo-nacionalismo.
“Tampoco es cierto que lo único  capaz de crear una cultura nacional sea el romanticismo. Lo contrario sería asumir que las culturas nacionales no son sino una conjunción de artefactos recopilados y ensamblados por una intelligentsia , que idealiza al pueblo a partir de la diversidad de culturas populares existentes en una región… de hecho a muchos nacionalistas no les ha preocupado en absoluto el pueblo , por no decir las culturas populares.”
En primer lugar, los nacionalismos entendidos desde una perspectiva cercana al populismo  errónea de superioridad cultural, étnica  y política  de una clase o estrato sobre otro se  ha asociado históricamente a las clases hegemónicas que se sienten herederos legítimos de privilegios y perpetuán relaciones de poder asimétricas al interior de la sociedad.
Extrapolando el análisis hacia los procesos propios de la historiografía nacional  esta realidad es palpable  en la historia de nuestra nación.  Si bien resulta lógico dado el contexto de pugnas por la emancipación de la corona española, una vez concluidos los procesos independentistas, las clases  gobernantes fueron quienes  promovieron el nacionalismo y las nociones de amor a la patria para romper con el paradigma colonial español y concentrar el poder en las ellites oligárquicas criollas que necesitaron el sustento nacionalista para mantener el orden establecido a la hora de imponer una identidad  clara y determinada. No es tema de esta investigación, pero conviene señalar la exaltación del “roto” chileno luego de la Guerra del Pacifico y los conflictos ideológicos permanentes con los países vecinos.
Cuando se ha esbozado el concepto del vocablo alemán Volkgeist  literalmente “espíritu del pueblo” a lo largo de la tesis se ha señalado desde una perspectiva de carácter identitario e integrador al interior de las sociedades que comparte un origen e ubicación geográfica común al margen de estratificaciones sociales o económicas, lo que en palabras de Levi Strauss se traduciría en una estructura mayor en la cual coexisten interrelaciones de significancia perdurables en el tiempo y modificándose según contexto bajo la misma matriz , por lo tanto resultaría lógico que bajo el paradigma romántico  decimonónico que ante todo representó el predominio de los sentimientos sobre la razón positivista , de la tradición sobre el universalismo  esbozado por modernidad , se recogieran nuevamente los elementos constitutivos identitarios  de ese pueblo determinado  quizás con mayor vigor poético puesto que sería lo esperable dado el  contexto de la unificación de Alemania e Italia como países soberanos luego de largas purgas internas.
En la actualidad  se puede apreciar este fenómeno en un concepto tan contemporáneo como la Unión Europea  o en las alianzas propias de los países con caracteres afines. Por lo tanto, tanto como existe la noción de país se evidenciaría una estructura mayor dando origen a la identidad europea occidental a diferencia por ejemplo  de los países de Europa del Este  que compusieron la otrora gloriosa Unión Soviética, los cuales se enmarcarían en si en una identidad eslava común con códigos y matices a fines y representativos.
A través de  las líneas interpretativas que se han esbozado a lo largo de este tratado, se han descubierto nuevas aristas en el plano de las ideas, estas premisas no representan de ninguna forma el descubrimiento de la pólvora ante la historiografía, pero si resultan novedosos en los propósitos iniciales de esta tesis. Dentro de las categorías de análisis levantadas primeramente se han proyectado cuatro que específicamente tres se dedican a caracterizar  esferas que se han considerado sincréticas, se hace referencia a religión, mito-lingüístico y socio-político. Cada una de estas tiene un desarrollo por sí mismo pero a su vez tienen relación unos con otros, esto mirado bajo el estructuralismo straussiano  en que todos los elementos dentro de un conjunto, tienen relaciones de significancias.
Fue en un punto ya casi a finales de esta investigación en que se descubrió la posibilidad de hablar de un sincretismo filosófico, en cuanto al pensamiento con que estaba acompañado el cristianismo, desde sus inicios, sin embargo no se ha levantado una quinta categoría de análisis, ya que este sincretismo de ideas no ocurre dentro del periodo estudiado sino que radica aún antes al siglo V, es decir en los primeros siglos de la era cristiana ocurre una suma de tres elementos que se explicaran más adelante. Celtas y Francos recibieron ya esta síntesis realizada, y por las investigaciones historiográficas  indagadas  por las alumnas tesistas se puede inferir que estos fueron ignorantes de este hecho, al menos durante los primeros quinientos años desde su conversión.
El cristianismo como religión tiene aproximadamente dos mil años de historia, en el momento de la conversión de los protagonistas de este tratado, recién llevaba cuatro siglos de historia, se podría decir que era relativamente nuevo, pero más que nueva cabe destacar la innovación que representaba la nueva religión, postulaba básicamente la ejecución de conductas morales por parte de  sus adeptos. Aunque se puede considerar el nacimiento del cristianismo con la muerte de su fundador Jesucristo, y el inicio de la actividad misional por parte de los apóstoles, sus matrices subyacen en el judaísmo, ya que Jesús es el hijo del Dios de Israel.
Entonces primero se reconoce la aportación judía, en el plano filosófico ya que los apóstoles toman ciertas partes de la antigua Tora hebrea, y la plasman en la nueva Biblia, en donde narran además la vida de Jesús, entre otros acontecimientos. Que servirá de guía para los nuevos convertidos. Un segundo elemento que tiene interacción con el cristianismo desde sus primeros años de existencia y hace sus aportaciones es la cultura  helénica, en el análisis perpetrado por Jaeger en su “cristianismo primitivo y paideia griega”, señala varias pruebas que demostraran la influencia helénica sobre el primer cristianismo, ya que la cultura judía tenia interacción con Grecia desde el siglo V a. de C. así lo señalan las fuentes como Platón y Pitágoras. Y luego señala el hecho de la helenización de los primeros apóstoles,  evidenciada en sus nombres, que a pesar de ser judíos tenían nombres griegos, como por ejemplo Esteban, Pablo, Felipe, Prócoro, Nicolás, entre otros.
Esta idea de Jaeger va más allá de la mera influencia señala “sin la evolución posclásica de la cultura griega habría sido imposible el surgimiento de una religión cristiana mundial” Y es precisamente esta última palabra la que estampilla la clave de la innovación cristiana, su carácter universal. “Con el uso del griego penetra en el pensamiento cristiano todo un mundo de conceptos, categorías intelectuales, metáforas heredadas y sutiles connotaciones. La explicación obvia de la rápida asimilación de su ambiente que  efectúan las primeras generaciones cristinas es, desde luego: 1) el que el cristianismo era un movimiento judío y los judíos estaban ya helenizados en tiempos de San Pablo; no sólo los judíos de la Diáspora sino también, en gran medida, los de Palestina misma; y 2) el que fuera precisamente esta porción helenizada del pueblo judío hacia la que se volvieran en primer lugar los misioneros cristianos. Fue esta parte de la comunidad apostólica de Jerusalén llamada “helenistas” en el capítulo VI de los Hechos de los apóstoles, la que, tras el martirio  de su jefe, Esteban, se dispersó por toda Palestina e inició las actividades misionales de la generación siguiente”
Por último señalar la propia aportación romana en este plano de las ideas, propias serán las aportaciones de San Agustín y en general los padres de la Iglesia.
Quedará de este apartado el desafío de investigar y seguir esta línea que comienza en el año del 33 de nuestra era, y se va enredando, entretejiendo, cruzándose y creciendo en los largos años transcurridos de historia desde esta fecha hasta la actualidad, en donde cobra más fuerza la idea de esta religión universalista.



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